Salvador Mas Poradie kníh

¿Qué es el Mundo Clásico, más allá de ser un conjunto de textos para filólogos o un periodo histórico para historiadores? ¿Es solo un conjunto de ideologemas que pueden ser utilizados en diversos contextos? La cultura alemana del siglo XIX y la primera mitad del XX ofrecen un contexto privilegiado para explorar estas preguntas. En esa época, se realizaron numerosas investigaciones de gran calidad sobre la Antigüedad, lo que crea un puente entre nosotros y Grecia o Roma, sustentado por una erudición que se aprecia en la sensibilidad estética, ética y política con la que se abordó el legado clásico. Además, este trabajo con la Antigüedad dio lugar a una autocomprensión intelectual y cultural significativa. Sin embargo, esta erudición y sensibilidad también cayeron bajo la influencia de seducciones políticas. A menudo se argumenta que lo que parece anacrónico o irrelevante ante las urgencias del presente puede, de hecho, tener una actualidad sutil pero decisiva, y una relevancia que, aunque difícil de captar, es indudablemente real.

Las “Elegías Romanas” constituyen uno de los momentos más brillantes de la poesía de Goethe. Por su métrica, objeto y finalidad “Elegías Romanas” representan una de las cimas del llamado «clasicismo de Weimar» y, en consecuencia, son también una muestra de rechazo a la sensibilidad romántica. Goethe quiere una poesía natural, que cante y diga la naturaleza en su inmediatez perceptual: quiere ver la naturaleza como sexo y paisaje. Pero las “Elegías Romanas” no son la escritura de una Roma en la que la naturaleza era amor y el amor naturaleza, sino la coagulación literaria de un recuerdo que con el tiempo se transforma en realidad. Si Schiller encuentra en el mundo clásico un momento de aproximación entre arte y moral y, en consecuencia, la afirmación del espíritu, Goethe entiende que Roma le ha enseñado a separar una de otra a modo de condición inexcusable para la afirmación incondicionada de la sensorialidad y la materialidad de la naturaleza externa, pero que tal afirmación se lleve a cabo con un gesto vital y poético de rechazo al romanticismo no hace sino poner de manifiesto la pervivencia de los fantasmas románticos, al igual que el deseo de anular la distancia temporal entre el presente y la antigüedad clásica lleva consigo, implícita o explícitamente, reconocerla y admitir que en aquellos felices tiempos sucedía «algo», ficticia o realmente, que se ha perdido y que no debería haberse olvidado.